Brevísimos para la elegancia: nuevo paradigma léxico-estético y discurso constructivista

 

Reseña por Marilyn Ríos Soto
Universidad de Puerto Rico en Arecibo

Con Brevísimos para la elegancia, Rayza Vidal revela un nuevo paradigma lexicográfico. Desde su pluma el término elegancia se metamorfosea en sinónimo de solidaridad, de justicia, de cultivo de lo auténtico, la revalorización de lo caribeño y de la extravagancia; todo ello fusionado por un optimismo desbordante. En esta colección de 120 relatos breves, ochenta de ellos afines a la categoría de microcuentos o de relatos hiperbreves (con un máximo de 200 y 150 caracteres, respectivamente) y los restantes cuarenta más cercanos a la denominación de hiperhipercortos (de diez palabras o menos), la autora se enfrasca en una recopilación de vocablos análoga al proceso de ordenación y explicación de términos a partir del cual se compila una nuevo conjunto léxico. De manera tal, que los relatos más concisos los reserva como medio único para precisar significados. En otras palabras, Rayza Vidal se da a la tarea de crear un catálogo de palabras propio, a partir de la realidad y el marco tanto moral como espiritual en el cual circunscribe su obra.

Un ejemplo de este particular resulta el acopio de neologismos. De ahí la “brutedad,” un término de nueva cuña que la profesora Alejandra Ríos de Gracia define como: “acción o cosa bruta; afinamiento e identificación con lo bruto; ausencia de pensamiento crítico a causa de inercia; carencia voluntaria o involuntaria de raciocinio o sensiblidad; condición de insensible; cualidad de bruto; respuesta específica de una persona para ahorrarse el trabajo de pensar; sinrazón cometida por una persona o colectivo” (18). Asimismo, esta voz narrativa habrá de precisar la palabra “discreción” como “un velo casi transparente que nos resguarda” (32). En respuesta a tales connotaciones, entre los personajes se da un proceso de apropiación del nuevo material léxico. Así, para los alumnos de la hipotética sección 0007 “Brutedad es cuando se deja el pensamiento en lay away” (19) o, simplemente, cuando se actúa “a lo bestia” (20). A su vez, una discípula le inquiere a la misma profesora, ¿cuándo será el momento idóneo para quitarme el velo casi transparente? (33). De esta forma, el texto se multiplica en posibilidades expresivas y discursivas, a partir de un lenguaje común, expuesto en su entramado y adoptado por los receptores literarios. Otro ejemplo de aportación léxica resulta cuando uno de los peloteros del barrio se inventa una nueva marca que da título al hiperbreve “Por encima de los gandules;” esto al lanzar la bola alto y lejos, sobre el sembradío. Frase que desde ese momento, se adoptará para señalar que “algo está pasao, que sobrepasa lo mejor” (25). Un hecho que llena de orgullo a un miembro del equipo que se vanagloria, no del golpe magistral de su compañero de juegos sino de que se hayan “inventado algo así, nuevo para el idioma” (25). En la misma línea, “La más dueña del idioma” recrea la validación de una profesora de Español para la cual una palabra, considerada errada por algunos y mal utilizada por otros, es una simple innovación a la lengua. Suceso que causa asombro en uno de los personajes que aduce: “¡Yo que la creía la más dueña y ella que viene y se deja educar por mí (o informar)! Yo, como quien dice: un Juan del Pueblo, enseñando español” (77).

A diferencia de la antigua disciplina lexicográfica que se vale del lenguaje culto para la explicación de las unidades léxicas (entiéndase palabras, modismos, palabras compuestas y morfemas dependientes), Brevísimos para la elegancia eleva el lenguaje coloquial y las manifestaciones del habla puertorriqueña a tal desempeño. Así “la cuarentona picando los cincuenta (11) [de aquí en adelante énfasis mío], la tiraera política (29), la profesora popof (77), el emplegoste” (7), el tiquismiquismo (46), avigranarse (46) o dejar arrollada (66), por mencionar algunos, constituyen términos idóneos para la expresión y para la definición de conceptos. A estos se suman la hibridez léxica que denota una realidad de convivencia lingüística que permite la incidencia del beauty (11), los mama’s boys (106), el home run (25), los workaholics (121), el speaker (133) y la spy cam (133), entre otros; asimismo la invención de frases como: “artimañas suegrísticas (71),” la gratitud “clicosa” de quien pulsa (o hace clic) en los botones de su teléfono inteligente (83), o la gentileza “damística” de la mujer que opta por abrirle la puerta a todos (111). Afin a ese código, el uso de la figura retórica de la hipérbole repercute en toda suerte de descripciones: mansiones megasofisticadas (48), un perro inteligentísimo (59), los añísimos transcurridos desde su niñez (59), un flamboyán rarísimo (75), los musculosísimos (90), los diestrísimos (90) y las hipersensibilidades (62), por enumerar algunas.

En este contexto, la hipérbole también aflora como un recurrente que habrá de suscitar una reflexión sociocultural. En Brevísimos el manejo hiperbólico raya en parodia de una sociedad centrada en las máximas: el “hispano más seguro del mundo”, la “hispana más hermosa de América”, “la criatura más noble de la ciudad”, “la persona más competente del planeta,” el “más franco del mundo,” “el más feo, el más listo y el más desgraciado de todos,” son figuras seudoarquetípicas que resquebrajan sus propios modelos mediante matices de humanismo, espiritualidad y sencillez. Afin a esta vertiente, “Arte mínimo (Para recién casados)” evidencia la magnificencia de quienes optan por lo simple:

Los recién casados compraron el carrito más chico de la línea, pudiendo comprarse un sedán; una casa de 3 habitaciones, teniendo acceso a una de 4. Parieron un hijo, pudiendo parir un batallón. Y así procedieron en lo minúsculo. Sus conciudadanos, por su parte, escogían tamaño “mega” todo cuanto aparecía al alcance de la imaginación. Los mínimos, luego, mantenían su carrito al día, sus habitaciones medianamente recogidas, su hijo educado y la erótica puntual. Al pasar la crisis mundial, el joven matrimonio contempló modestamente, desde su menudencia, la gran cantidad de divorcios por traumas, mas consiguió calmar su tristeza de inmediato con la nimiedad de un abrazo (110).

Rayza Vidal es una dramaturga que con Brevísimos para la elegancia publica su primer texto narrativo. Como teatrera se le ha ubicado en el tercer ciclo de la nueva dramaturgia puertorriqueña (Laurietz Seda, 2003). En entrevista con Sara Rosell en Dramaturgas puertorriqueñas de 1990 a 2010, Vidal indica que incluirá en su obra “discursos ‘constructivistas,’ con proyectos optimistas,” (199) una propuesta que desvela en esta colección de relatos. De manera explícita, se palpa mediante el optimismo del personaje de la abuela, quien en juego conceptista habrá de “Tirarse a vivir,” convencida de que “Si la muerte nos acecha es señal de que, antes, nos acecha la vida” (95) o del optimista en aguacate que opta por quitarse la soga del cuello tras el descubrimiento de un planeta con dos soles.

En esta obra al trabajo se le atribuye un valor trascendental de índole retributiva. Los personajes que laboran ascienden a dioses que degustan lo que han cultivado sus manos, el fruto que se concibe “sagrado” u “ofrenda” de la tierra (42). De forma análoga, el relato “Crónica, alegoría y técnica para enterrar gigantes,” expone que la única forma de enfrentar exitosamente a Goliat es lanzar “todos los miedos nuestros. Los miedos enormes y los espinosos. Miedo a la faena, a adelantar, miedo al ridículo, a la impotencia, miedo al qué dirán, miedo al miedo” (91). En grado sumo se valoriza el esfuerzo de quien soslaya sus limitaciones, por lo cual el “feísimo elegante” y el “listísimo decente” habrán de superar a sus rivales, los “bonachones y los bellos innatos,” a partir de su cultivo interior, es decir, de su esfuerzo por lo elegante (16). De ahí que solo cuando el personaje denominado “El vago” comienza a trabajar “los vecinos empezaron a llamarle por su nombre” (82) pues las voces narradoras solo conciben con identidad completa a aquellos personajes que son capaces de aportar a su entorno. Dado que los apelativos de los personajes están intrínsecamente relacionados a sus atributos, mediante nombres tipificadores William Robles florece, “se abrió en flores y perfumó como nunca antes” (27), la profesora Alejandra Ríos de Gracia desborda en conocimiento y María Teresa Lago, se siente cautiva, por su apellido, a las aguas del Dos Bocas de Utuado. La carencia de apelativo o de epíteto, a su vez, se reserva para quienes actúan sin miramientos. De ahí la “Elegancia sin nombre” de la ejecutiva que con marcado juego irónico “abandonó su basura con esplendidez indecible” (26).

Los relatos en esta colección exponen una visión positiva de la realidad puertorriqueña. Si bien en sus líneas asoman la explotación económica, la criminalidad y sus efectos en nuestra sique colectiva, dicho retrato social es ponderado mediante la certidumbre de una sociedad comprometida y los visos de un futuro mejor. Las nuevas generaciones muestran patrones de comportamiento distintos a los de su ascendencia. En un “Modelo adulto” el niño aprende del padre hostil, precisamente a prescindir de los malos ejemplos paternales y a conservar los gritos solo “para la felicidad” (41). Mientras, “Convite de flamboyanes” personifica al “nieto menor del más viejo” de estos árboles, dispuesto a “que le podaran, le redujeran ramas y follaje para formar parte de una vereda” (109) que brindaría gozo inconmensurable. Aunque los cuentos en serie “Semáforo en rojo, en amarillo, en verde y alerta” reconvienen a una sociedad que se siente acechada, las acciones de sus personajes resultan en expresiones esperanzadoras de empatía, cortesía y solidaridad. De manera tal que durante la noche, la atmósfera de la zona universitaria, segmentada por los semáforos, se palpa ambigua, entre fantasmal y angelical. Con tono jocoso, también se destaca la astucia del “jíbaro con arte de bregar” (49) que es capaz de tornar el sobre cobro de empresas multinacionales en un medio inaudito de ahorro o la aparición de la “Mujer G,” denominada así por su carácter de “genérica o general” (113). Una figura femenina, mas no afeminada, que evidencia atributos más afines a un príncipe azul que a una “damisela en peligro” y cuyos únicos rasgos reconocibles resultan el cuello erguido, la mirada inquiridora, el sentido solidario y su defensa incorruptible de la justicia. La obra constituye un despliegue de “espectáculos caribeños” (75) mediante los que se concibe una nueva estética en lo fugaz y cotidiano. En “Tentaciones de autopista” los flamboyanes se trastocan en explosión de pigmentos que suspenden los sentidos de quienes los divisan. “Decorado al natural,” por su parte, personifica al flamboyán tras desplegar “su abrazo en fiesta desde el centro del patio donde permanecía enraizado” (44). Ese panorama isleño lleva a las voces narradoras a recorrer el país, a sentirse seducidas por sus cuerpos de agua, sus pueblos y aromas. A revalorizar nuestra negritud como en “Dulzuras colaterales” y a regocijarse en las voluptuosidades, sin prescindir de la extravagancia de quien por ser chata se contenta en “su propuesta sencilla y contrastante de ser mujer” (10).

En Brevísimos para la elegancia los caribeños surgen “proclives a las innovaciones” (56), se desvisten para vestirse “de solidaridad” ante la carencia de otros (45), son capaces de crear mundos virtuales, como el vídeo juego Utopik: Heaven in the Tropik que desarrolla la ingeniera Ana Mildred Figueroa y en el cual se premian la moderación y búsqueda de equidad económicas. Recrean sus ideas de igualdad aun en los espacios más insalubres, como en “Iluminaciones desde el camión de basura” y se liberan de sus propios hedores en pos de transparencia.

El libro retrata el devenir de personajes que conciben la vida como un conjunto de “tramos” a los que se incorporan lecciones aprendidas. Por ejemplo, comprenden que es hermoso quien acrecienta sus sensaciones, que hay heridas positivas que sensibilizan al dolor, que la transparencia es sinónimo de autenticidad, que la amistad es el mayor bien, que los graciosos no son quienes nos hacen reír sino los que están llenos de gracia, que la justicia laboral es otra manifestación de la elegancia, que persistente no es quien tropieza de nuevo con la misma piedra, sino quien aunque tropieza con otras, llega hasta el final y que, en una especie de code-switching corpóreo-espiritual, las claves de la elegancia se desdoblan entre “el arte de ser uno mismo” (frase del diseñador francés Givenchy) y el “ama a tu prójimo como a ti mismo.” Al final, a modo de juego metaficticio en “De cómo El más desgraciado del mundo agració su talento,” emerge un personaje lector de Brevísimos que, al igual que nosotros, se contagia de su estética, no prefigurada, manifiesta entre tinta y papel, para descubrir una nueva connotación de la elegancia.


Bibliografía:

Rosell, Sara V. Dramaturgos puertorriqueños de 1990 a 2010. Lewiston: The Edwin Mellen Press, 2010. 196-201.

Seda, Laurietz. Introducción. La nueva dramaturgia puertorriqueña. Ed. Laurietz Seda. San Juan: Editorial Lea, 2003. 7-30.